Madrid, la milla del arte y la monarquía

Artículo publicado originalmente en La Tronera, suplemento cultural del semanario Bierzo 7. Tribuna Cultura Crítica. Enero de 2016. También publicado en su versión digital aquí.

En enero hablamos de Barcelona y su reciente designación cono ciudad literaria, hoy nos fijamos en Madrid por aquello de las dualidades. Si la ciudad condal ha recibido tan prestigiosa denominación, Madrid, por comparar, podríamos considerarla como ciudad museística.

Uno de los grandes problemas de la capital española siempre ha sido la ausencia de un icono que la represente y atraiga interés turístico. No existe un monumento o edificio “incontournable” (imprescindible) capaz de atraer como lo hace Gaudí y la sagrada familia en Barcelona o el museo Guggenheim en Bilbao o incluso la ciudad de las artes y las ciencias en Valencia (no entremos en lo idóneo del proyecto o de la arquitectura) Madrid no cuenta con algo así, pero dispone de un atractivo que ha sabido implementar en las últimas décadas: su potencial museístico.

La pretensión de la ‘milla del arte’ de la capital es similar a la de Berlín, con su isla de los museos y pretende aglutinar en un mismo espacio urbano varios equipamientos dedicados, sobre todo, al arte plástico y visual. De esta milla destacan el museo del Prado, el museo Thyssen-Bornemisza, el museo Reina Sofía y el recientemente renovado museo Arqueológico Nacional. Junto a estos, otros muchos equipamientos públicos y privados, tanto expositivos como galerías de arte, han ido creciendo con ese fin difuso de ofrecer un recorrido cultural de amplio interés.

Durante los últimos años han existido varios proyectos polémicos, como la fundación que Norman Foster nunca se decidió por establecer o el extraño caso del museo de las Artes de la Arquitectura, Diseño y Urbanismo, empeño personal del arquitecto Emilio Ambasz, cuyo estado actual ignoramos.

Sin embargo, existen dos proyectos de gran importancia que sí han madurado, el primero es la ampliación del museo del Prado al Salón de los Reinos (antiguo museo del Ejército y resto del palacio del Buen Retiro) cuya fecha de inauguración se estima para 2019, si bien todavía se encuentra en fase de concurso para elegir el proyecto de rehabilitación más adecuado; eso sí, dentro de unos márgenes presupuestarios bastante reducidos (menos de 90 millones de euros, según las últimas estimaciones) El Salón de los Reinos completaría de este modo el ‘campus’ del museo del Prado, algo que no puede sino revertir en mayor interés para la gran pinacoteca española.

Velázquez nos vigila, por Jorge Fernández Ruiz
Velázquez nos vigila, por Jorge Fernández Ruiz

Pero el gran proyecto (por faraónico), que se inaugurará este mismo año, es el museo de la Monarquía, un espacio de 40.000 metros cuadrados que pretende acoger las colecciones reales. El proyecto ha resultado muy polémico debido al coste desorbitado (160 millones de euros) que ha consumido en un contexto de fuerte crisis económica. Para mayor escándalo, dentro de las colecciones reales se encuentran cuadros tan extraordinarios como ‘El jardín de las delicias’, del Bosco, o ‘El descendimiento de la cruz’ de Van der Weyden, que el nuevo museo reclamó al Prado. El grado de absurdo es enorme, pues la fuerza museística de Madrid tiene su clave en el mismo museo del Prado, arrebatarle alguna de sus obras maestras es una locura absoluta, a nadie se le ocurriría pedir al museo del Louvre que enviase ‘La Gioconda’ a otro lugar. Afortunadamente las negociaciones entre ambos equipamientos llegaron a una solución lógica y las obras citadas, junto a otras de enorme valor, seguirán donde deben estar, en los salones del museo del Prado. En contrapartida, el museo de la Monarquía recibirá otras, que podrá exponer en calidad de préstamo. Todavía cabe cuestionarse sobre la idoneidad de este museo, más allá de su carácter publicitario de cara a la institución, pues como equipamiento cultural no parece a priori muy lógico. Habrá que ver si el tiempo le dota de coherencia.

Madrid sigue promoviendo el desarrollo de su sector museístico y la estrategia es sin duda acertada, pero sigue enfrentándose a un problema bastante grave de valoración con el público patrio. Además de la inversión en nuevos espacios, Madrid necesita establecer un plan de educación y fomento de su riqueza artística, pues de otro modo los madrileños no dejarán de mirar esos suntuosos edificios con desconfianza. Como suele ser habitual, este ejemplo concreto de la capital española es fácilmente extrapolable a todo el país.

Velázquez y Goya, por Jorge Fernández Ruiz
Velázquez y Goya, por Jorge Fernández Ruiz

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