El valor de la cultura

Artículo publicado originalmente en La Tronera, suplemento cultural del semanario Bierzo 7. Tribuna Cultura Crítica. Marzo de 2015. También publicado en su versión digital aquí.

¿Qué está ocurriendo? La sociedad actual es una de las consumidoras más voraces de cultura, internet ha facilitado el acceso a las distintas manifestaciones de todas las artes, tanto en su versión de simple entretenimiento como aquellas más profundas. Sin embargo, esta difusión masiva no camina a la par que la puesta en valor del arte consumido, al contrario. Hoy en día resulta cada vez más difícil encontrar quienes quieran pagar por un producto de buena calidad si está relacionado con las artes. Esa creencia de la cultura como algo sin valor, un mero hobby de los creadores, que no requiere esfuerzo, es, además de completamente falsa, muy dañina no sólo para las empresas dependientes de ello, sino también para el consumidor. Asimismo, si a la tendencia le sumamos medidas como el IVA al 21% de España, el más alto de Europa durante estos años (todos sabemos que la oportuna bajada al 10% únicamente se debe a intereses electorales) la buena salud del medio está condenada.

A inicios de este mes el CEGAL, la Confederación Española de Gremio y Asociaciones de Libreros, cifra en 912 las librerías cerradas durante 2014, junto con un descenso del 18% en su recaudación. Números nada despreciables que ponen en manifiesto la caída del sector. Una realidad muy triste que se conjuga con los datos de venta de libros electrónicos, pues mientras que en los EEUU el mercado se ha estancado, en España sigue aumentado, el 23% de los publicados ya son electrónicos. El problema de este formato, sin caer en melancolías, radica en el fomento de la autoedición, que favorece la inexistencia de filtros entre el escritor y el lector. Pese a las apariencias, en esa facilidad también radica un vicio muy peligroso, pues sin una corrección y selección la calidad de lo ofertado será muy deficiente.

También en los primeros días de marzo nos llegó la noticia del cierre de ‘Frank music company’, la última de las tiendas de partituras de Nueva York ha visto reducida drásticamente la clientela hasta hacer imposible su supervivencia. Puesto que el número de músicos sigue siendo grande, es lógico preguntarse dónde consiguen las partituras necesarias hoy en día; la respuesta, por supuesto, todos la tenemos en la cabeza. Habrá quien, sirviéndose de las nuevas tecnologías, adquiera esas partituras legalmente, pero no nos engañemos, un gran porcentaje se debe a la piratería. Si los propios compositores e intérpretes no valoran lo suficiente su arte para pagar por las herramientas necesarias, hacer cambiar la perspectiva del público desde luego será imposible.

En la edición de este año, la feria de arte contemporáneo ARCO saltó a los periódicos con una nueva polémica, en esta ocasión fue un vaso mediado de agua firmado por el artista Wilfredo Prieto (Colombia, 1978) y valorado en 20.000 € La indignación corrió rápido, pero lo cierto es que dentro de la obra del artista Vaso medio lleno tiene toda su lógica. El mundo del arte funciona por distintos parámetros, quizá oscuros para los foráneos, pero bien definidos según tendencias y otros factores. Si bien el asunto es mucho más profundo e incluso aunque un servidor no esté de acuerdo con el aspecto “fenoménico” que hoy entraña cierto tipo de arte, lo que aquí destaca es la manera en que el público expresa su desconocimiento, lo hace mediante el desprecio, bajo la creencia de que es fácil y no merece respeto.

Este vicio del público no hace sino redundar la victoria del capitalismo desaforado, se nos ha convencido de que sólo lo tangible y práctico merece valor, el resto no es nada, algo que debe ser fácil, como si escribir un libro, componer una obra o hacer una película fuese algo para la tarde de los domingos. De este modo estamos perdiendo a los verdaderos creadores, aquellos que tienen cosas muy interesantes que decir, esos son, no nos olvidemos, quienes saben abrirnos los ojos ante lo que no vemos. Sin ellos somos un mundo de ciegos donde el que se dice tuerto es rey.

Ilustración de Jorge Fernandez Ruiz
Ilustración de Jorge Fernandez Ruiz

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