Amarillo sobre púrpura

Según el hinduismo, el universo comenzó con un sonido “Om”, en él se encuentra todo lo que es, ha sido y será, se trata del absoluto. Vivimos en la reverberación de ese primer sonido.

En 1964, dos radioastrónomos americanos captaron un zumbido molesto en sus grabaciones, era la radiación de fondo de microondas que satura el universo, es decir, el eco del Big Bang. Vivimos en la reverberación de ese primer sonido.

Nosotros nos mudamos a esta casa hace quince años, y tomamos esta habitación como dormitorio; por entonces la moqueta, las paredes y el techo eran de tonos pastel, unos colores sucios y viejos, pero no pudimos hacer reforma hasta mucho después, lo cual significó que, durante dos años, al abrir los ojos, todo lo que alcanzaba mi vista era un gran espacio de un rosa sucio, anaranjado. Después disfruté de un tono limpio y blanco, y en los últimos años ha ido degradándose al impregnarse de nuestros gemidos, nuestras confesiones, nuestras risas, suspiros, lamentos, gritos y lágrimas.

Ahora estoy solo, y la casa es demasiado grande. Me refugio en esta habitación, y lo hago en silencio. Busco ese primer sonido por encima de las tuberías, de las voces de los vecinos, de los ratones comiéndose los cimientos, intento encontrar ese “om” primordial, pero no lo encuentro, ni siquiera en las noches más quietas. Entonces se desprenden de las paredes mis recuerdos: los buenos, los malos, y los peores, mis remordimientos, y tiemblo.

En Minessotta, en los Estados Unidos, los laboratorios Orfield inauguraron hace años una cámara anecoica que absorbe el 99,99% del sonido externo. Dentro está el silencio absoluto; allí no puede penetrar ese grito de nacimiento del universo. Me pregunto si eso es la nada a los ojos de Shiva, pero creo que no. Las personas que se han sumergido en ese silencio perfecto han encontrado una multitud de ruidos minúsculos: el frufrú de la ropa al rozar con su carne, su respiración, su corazón bombeando, el correr de la sangre; y si su oído fuese aún más fino, podrían haber percibido la vibración continua de las partículas que nos componen y nos dotan de forma.

Somos un eco, nada más; y las voces que me acompañan en esta habitación, mis recuerdos, mis ilusiones muertas, mi dolor, son parte de ese eco porque resuenan en mí. Tras una vida llena de ruido, ahora temo al vacío, como si esta habitación de paredes sudadas fuera en realidad la cámara de los laboratorios Orfield: escucho lo que soy, lo que he sido, y no puedo escapar.

Yellow over purple – Mark Rothko

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