Entrada Nº3: Regreso

Todo regreso es difícil. Ejecutar el movimiento que sea conlleva permutaciones incontables planteadas muchas veces en nuestras cabezas. Volver es desandar en cierta medida; sin embargo no es una repetición de lo antiguo sino algo nuevo a lo que se vuelve envuelto en un aura de paradoja. Volver, retornar, quizá recomenzar lo que se dejó en suspensión tras la larga pausa de estío, cuándo el calor nos abotarga como animales ociosos. Reprender entonces lo que se dejó pendiente, continuar sí, pero “el que está en el extranjero vive en un espacio vacío en lo alto, encima de la tierra, sin la red protectora que le otorga su propio país» (M.Kundera – La insoportable levedad del ser)

Ese vacío se llena de personas pausadas en el relato social que reprenden el contacto con alegre energía. Se llena de ideas, se llena de errores, se llena de preguntas que hacen eco en el cráneo vacío de certezas. La ignorancia es una hermosa cama en la que acostar la duda para hablar desde ella. Sería interesante pensar en un sexo silencioso donde todos los sentidos se apagasen con excepción del tacto. Quizá de esa manera aprenderíamos de una vez por todas a comunicarnos con el calor y lo elemental, quizá entonces evitásemos errores y tristezas, de no ser la de no tener otro cuerpo cerca cuando la necesidad aúlla junto a la duda. Puede que de esta manera el extranjero pise la tierra con la punta de sus pies.

Volver es un proceso lento que, de tomarse con prisas, nos llevaría a marearnos y quizá al vómito descontrolado. La reubicación es por fuerza costosa y hace necesarias que ciertas estructuras, o algunas nuevas y especialmente impresionantes, se mantengan en la ciudad para orientar nuestro aterrizaje; así podremos comprender que lo que creemos ver o sentir no es sólo apariencia, no es sólo un sueño. Entonces habremos llegado y podremos continuar.

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