La venganza del hechicero II

-Dile esto de mi parte: Alastor lo comenzó todo. Cuando llegaron los gigantes del norte y su padre vio la manera en que caía su ejercito… Hizo lo que su viejo no se atrevió… buscó ayuda en lo más oscuro. ¡Oh! Sí, fue Alastor quien contrató a Nael y a su hermano.

-¿Trabajaban juntos?

-Sí, uno la espada y otro la magia. Vendían sus servicios, pero las ambiciones de los gemelos eran muy distintas… Total que Nael pidió librarles de los gigantes a cambio de un puesto para él y su hermano en el reino. Querían ser una especie de héroes con sueldo que actuaran cuando la ocasión lo requiriese…

La encapuchada se movió nerviosa:

-¿Os libró de los gigantes?

Carles bebió lo que quedaba de su cerveza y se limpió con las mangas la barba sucia.

-Mejor aún –dijo- les hechizó, los puso bajo nuestro dominio y el rey los utilizó en una guerra que ganamos gracias a ellos. Resolvió todos los frentes que necesitaba y luego le ordenó a Nael que se deshiciera de ellos. Lo hizo, lo cual me sorprende. Luego el rey murió y Alastor heredó el trono. No podíamos imaginarnos que Nael hizo con Alastor lo mismo que con los gigantes.

La muchacha dejó su copa de vino y miró a los ojos al hombretón:

-¿En serio? ¿Hechizó a Alastor? ¡Claro! Eso explica el odio que le tiene…

Carles asintió dos veces y buscó con los ojos a la tabernera.

-¡Otra ronda, Emilia! –gritó.

-¡Marchando, guapo! –respondió la rolliza mujer.

-¿Por donde estaba?

-Nael hechizó al rey.

-Ah sí… oh, gracias Emilia, gracias. Sí, verás… A Nael le habíamos dado un castillejo medio abandonado de un noble caído en desgracia. No sabíamos qué hacía ahí, pero la verdad es que todo el puto reino estaba en paz, teníamos comida, la época de pesca había sido muy buena y nuestros enemigos no se atrevían ni a pensar en pisar la tierra por miedo a que volvieran los gigantes.

El hombre bebió un gran trago de cerveza antes de continuar:

-Total que a nadie le dio por pensar en qué gastaba Nael el tiempo y un día…

-¿Y Sargal? ¿Qué fue del hermano? –le interrumpió la mujer.

-¡Oh! Es cierto, se me olvidaba Sargal, los años ¿sabes? Ya me pesan… Joder es que han pasado veinte años… Total que Sargal se enamoró de una chiquilla, se casaron y tuvieron churumbeles. Vivían felices en otra casa y, aunque seguía viéndose con el hermano, prácticamente no había conflictos y tampoco tenían trabajo. Sargal era feliz y punto. Vuelvo a Nael; el hechicero contacto con otros hechiceros, y se juntaron como doce o cosa así en el castillejo ese. Estuvieron… cerca de un mes si mi memoria no me falla. Hasta que, de repente, sin saber cómo, el rey recuperó la conciencia, pero no sabía qué había pasado, sabía estar bajo la influencia de algo pero no podía definirlo. Mandó buscar a Nael para averiguarlo y cuando le dijeron la situación envió a Sargal.

La muchacha hipó:

-¿Fue cuando…?

-Sí. ¡Déjame continuar, diantre!

-Perdón… –musitó por lo bajo ella.

-El caso es que Sargal se fue al castillo, entró y tal como entró se encontró tal cosa que salió por patas. Estábamos todos en la corte y Sargal llegó y nos contó que los magos habían abierto una especie de portal y que aquello no era real y que había demonios. Nos reímos claro, pero nos reímos poco… El castillo endemoniado voló por los aires… ni puta idea de por qué, pero las piedras llovieron sobre nosotros… imagínate los destrozos, murieron decenas.

»Cerramos la ciudad a cal y canto, apostamos guardias y esperamos. Estábamos acojonados, no sabíamos qué pasaba, a Alastor le dio un ataque de ansiedad y total que nos tocó al consejo decidir qué hacer. Y claro, nos acercamos a las murallas y vimos un agujero rosa del tamaño del castillo por donde salían bichos de colores. Los hechiceros luchaban contra ellos, pero no todos. Nael estaba del lado de los demonios. Poco después atacó la ciudad. Te juro que he visto muchas guerras, pero nada como aquello… los demonios eran… no sé, no puedo describirlos, pero en una hora estaban dentro de la ciudad, todos gritábamos y luchábamos, aquello era un infierno…

Carles tenía los ojos vidriosos, se los frotó para borrar una imagen de su memoria y bebió más cerveza, sin limpiarse esta vez los restos de la barba.

»Total que Sargal se encontró con su hermano y lucharon, la mujer y los hijos de Sargal habían muerto y él estaba loco de rabia y quería matar a Nael. ¡Joder! Yo estaba cerca y tuve que escapar como mil veces porque ellos se movían y no veían más allá de ellos mismos. Hablaban continuamente, del pasado, de traiciones e, incomprensiblemente para mí, Nael siempre tenía “futuro” en la boca.

-Pero Sargal le mató… –interrumpió la joven sin poder evitarlo.

-No, no es cierto. Sargal le noqueó, le golpeó y el hechicero cayó en una zanja. Sin el condenado los demonios parecieron acobardarse y huyeron. Los magos que quedaban cerraron el agujero, “una entrada a otro mundo” nos dijeron que era. Y luego… ¿Sabes lo vengativo que puede ser un hechicero? Se llevaron a Nael con ellos y lo encerraron en su prisión.

-Veinte años.

-Sí –confirmó Carles después de terminar su vaso-. Veinte putos años… mejor hubiera sido que lo mataran como dije yo.

-¿Pero qué quería Nael? –preguntó la encapuchada.

El hombre se encogió de hombros:

-Nunca llegamos a saberlo y, por lo que sé, los hechiceros tampoco lograron sacárselo, y eso que le torturaron mucho tiempo… –hizo una pausa observando detenidamente a la chica- Pero me pregunto por qué Sonia está interesada en esto si a ella Nael no le busca.

La chica se sorprendió, no pudo disimular aquel gesto ni siquiera con la capucha.

-¿No? –preguntó ingenuamente.

Carles negó con lentitud:

-Sonia ni siquiera conoció a Nael, que yo sepa. Era una cría. No, a ella no le afectará su venganza. Realmente yo tampoco estoy muy preocupado, mi papel fue relativamente pequeño en todo esto… Sólo estaba ahí.

-Eso a Nael le servirá –sentenció la mujer con la voz cambiada.

El hombre no dio demasiada importancia a aquel comentario.

-Soy un noble sin corte, sin dinero, vivo de escasas rentas, no hago nada en todo el día… Créeme, muchacha, estoy viejo y si ha de venir la muerte, que venga.

Ella asintió.

-Una última cosa –dijo- ¿Sabes que también Gardor ha muerto?

Carles asintió, pero no parecía triste ni sorprendido:

-Era un buen hombre… ¿Cuántos lleva ya? ¿Cinco?

-Ocho -corrigió la mujer.

-¡Joder! ¡Emilia!

-¿A quién crees que buscará ahora?

-¿Sigue vivo Alastor, dices, no? –preguntó buscando con los ojos a la tabernera, que no parecía estar en la sala- ¡Emilia!

-Sí ¿por qué a por él?

-Él fue quien sugirió a los magos el encierro, ellos tenían pensado otros castigos, pero no ese. Si Alastor sigue vivo es sólo para que cuando Nael llegue a él, esté aterrado. ¡Emilia!

La muchacha sonrió bajo la capucha.

-Eso es todo, Carles, muchas gracias.

-Sí, sí, pero espera, ¿Sonia qué tiene que ver en todo esto? ¿Para qué quiere saber todo esto una sacerdotisa?

La mujer se quitó la capucha por primera vez en toda la velada. Hacía bien en permanecer con ella echada porque en el momento en el que se la bajó, todas las miradas se clavaron en su cabeza. Su pelo era de un blanco inmaculado, largo y ondulado. Carles abrió mucho los ojos separándose de la joven de labios rojos. La ingenuidad ya había desaparecido de ella.

-Te diré lo que quiere Sonia de Nael, Sonia ahora pertenece a nosotras. Lo que quiere Sonia es cazarle.

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