La edad de Cristo. Ya está dicho, podéis imaginarme en taparrabos anclado en una cruz alta y cantando “Always look on the bright side of life”, como en ‘La vida de Bryan’ de los Monty Python. All is a show. Silbemos.
No soy constante, lo soy a veces, y “a veces” mata el significado de constancia, y por eso en este blog sólo hay un par de entradas dedicadas a mis cumpleaños, sólo un par en estos catorce años. A pesar de ello, creo que este día del calendario al que llegamos una y otra vez, tiene una utilidad muy concreta si uno se atreve, y es la de preguntarle cosas al espejo.
Mirror mirror on the wall who’s the fairest of them all?
¿Y qué responde ese maldito objetito pulido? Que estoy cansado. Este estado lleva alargándose demasiado tiempo, haciéndose espeso día tras día tras día, y se debe a diversos factores. Este mundo hiper-todo (sobre todo hipertrofiado) no es el mío, y cansa remar en él, porque sus aguas jamás están tranquilas. Uno se percata de ciertas cosas con el tiempo, y ello trae sus decepciones: que en este mundo la inteligencia no es comúnmente valorada ya lo sabía, pero constatar el premio a la mediocridad una y otra vez, agota. Y sí, el hecho es que conviene más sonreír, aplaudir las gracias de quien puede ayudarte, lamerle el culo (en algunos casos literalmente, pero ese es otro tema) y nunca jamás ser crítico, nunca jamás señalar aquello que no funciona, que parece un error, que huele mal. ¿Por qué? Porque a la gente no le gustan los sabelotodo ni los aguafiestas, y prefieren a esos otros que saben reír cuando toca, que dicen siempre cosas en apariencia sensatas, porque de eso se trata, de aparentar. No importa que no haya nada sosteniendo sus ideas, ¿qué más da si el edificio no tiene cimientos y sólo se trata de un decorado de televisión? ¡Vivamos en él! Si llueve sobre nuestras cabezas, ya buscaremos otros culpables. En este manicomio esférico todo es apariencia. En realidad, es viejo, soy consciente de ellos. Ya se sabe “la mujer del Cesar no sólo debe ser honesta, debe parecerlo”, y al final prima esa apariencia, juzgamos por esa apariencia. En nuestra sociedad “ser” es menos importante que “parecer”. ¿Qué dice eso de nosotros?
Estoy cansado de luchar a brazo partido contra esa mediocridad orgullosa, contra sus heraldos, mesías y apóstoles. ¡Qué presuntuoso por mi parte pensar simplemente en presentar batalla! ¿Verdad? Quizás, pero juro que ha sido y es desde la humildad de quien se sabe pequeñito.
Treinta y tres y la casa sin barrer, la cama sin hacer y tal y tal. Cansado, con la salud fluctuante por haberla apostado a ese empeño mío de no ceder, coqueteando con la depresión a ratos, y desencantado con las obligaciones cotidianas, las etapas vitales, y los sueños incumplidos. Doy gracias, no obstante, por los amigos y por Víctor, no sé qué haría sin ellos.
¿Y ahora qué?
No tengo respuesta, mi resolución es cantar “Always look on the bright side of life” cada vez que me suban a una cruz. Cantar, porque la vida es absurda. En mi caso, cantar es escribir. Ya veremos si soy capaz.
¡Venga! Voy a ponerme místico para acabar, la asociación religiosa invita a ello. Voy a hacer una apuesta, un vaticinio: este será un año de muerte y resurrección.

