Su suspiro quedó congelado en el aire y vio cómo desaparecía un instante después. Hundió la mano en los bolsillos y salió del local. Por más que brillaran los muchos colores de las guirnaldas de luces, a él no le quitaba el frío de las manos, ni tampoco de la nariz. Compadecía a los vagabundos que tuvieran que pasar la noche a la intemperie, claro que desconocía la política de aquel país con respecto a ellos.
Resbaló y estuvo a punto de verse en el suelo por las placas de hielo.
El río corría tranquilo con su gran caudal, parecía más denso y perezoso a aquellas horas, las barcazas que servían de restaurante estaban cerradas a cal y canto. El día anterior habían rescatado de las aguas a una mujer desnuda con la piel completamente azul, había muerto de hipotermia, las autoridades no tenían claro si había sido un accidente, un suicidio, o alguien la había empujado.
Se alejó del río y llegó al barrio que le interesaba, adentrándose en las calles más interiores de la ciudad. En su paseo dio con la universidad, y en sus soportales esquivó una pareja que se besaba apasionadamente en un silencio impecable. No se inmutaron por su paso.
Suspiró de nuevo. La noche había estado bien, la fiesta fue divertida, el alcohol no había escaseado, y Adele le besó por última vez, un beso corto, húmedo. Lloraba.
El chico torció el gesto al mismo tiempo que doblaba una esquina. Sentía lástima por abandonar aquella ciudad, había sido un sueño para él desde el primer día. Los meses pasaron tan rápido que bien podía decir que habían sido un golpe de su imaginación. Ha sido feliz en esa ciudad, por primera vez ha sido consciente de esa felicidad, pero su beca ha terminado, y su propia ciudad le espera con su familia, sus amigos de siempre. La idea de volver a la monotonía no era el panorama que más le agradaba, pero no podía hacer otra cosa.
Por fin llegó al portal, sacó sus llaves y se adentró en la garganta de la casa, subió las escaleras, procurando no hacer ruido. Llegó a su apartamento y entró en la habitación, ya prácticamente vacía de todo. Las maletas estaban preparadas para salir al día siguiente en el vuelo de las 11:00. Tenía tres horas para descansar antes de coger el bus hacia el aeropuerto. Se quitó la ropa y se acostó en la cama observando el techo. No tenía sueño.
La vida continuaba, había sido un periodo feliz sí, pero esa sensación de retroceso era falsa, lo sabía, quería creer que todo cambiaría, él había cambiado y por ello su país, su ciudad, su familia y sus amigos de siempre habrían cambiado. Al menos para él, al menos a sus ojos. Ignoraba si eso era bueno o malo, le producía una sensación extraña el estar ante el fin de algo, ante el comienzo de todo lo demás.
Se durmió pensando en el beso de Adele, y en la amarga idea de lo que podría haber sido.

