-¿Qué quieres decir?
-Nada, ¿no es eso lo virtuoso? Saber decir nada diciendo mucho o quizá sea un juego y realmente lo grandioso sería decir mucho sin apenas producir sonidos o escribir palabras… Sea como fuere yo siempre he preferido el silencio y por tanto, ya que no sé qué quiero decir, callado estaré mejor y tú estarás mejor y seremos infelices juntos para siempre.
-No lo aguanto más.
-¿No? Yo sí… pero retírate, te lo permito. Algunos actores no sirven para estas tragedias. Se arañan la máscara retorcidos por la idea de ser los personajes que mueren tras la escena.
-Es decir, ser parte de lo obsceno.
-Ciertamente, pero realmente ¿qué es lo obsceno? Nuestra sociedad ha escogido el significado contextual pero no el exacto.
-Es algo terrible, desnaturalizado y repugnante.
-Es decir, únicamente la muerte.
-Supongo que sí…
-Entonces esos actores de los que hablaba, que se arañan la máscara, (y dale la importancia necesaria a “máscara”) lo hacen por la muerte.
-Entiendo que sí.
-Pues no, es mentira.
-No comprendo.
-¿De qué estábamos hablando antes?
-Del amor.
-Únelo a lo obsceno.
-De la muerte del amor pues.
-Exacto.
-¿Quieres decir entonces que los actores, es decir todos nosotros, no nos atrevemos a envalentonarnos y vivir el amor o abandonarnos a él y por ello ponemos trabas para no hacerlo, llegando incluso a colocarnos una máscara que realmente desearemos hacer que desaparezca, pero no nos atreveremos a quitarnos, por miedo a la muerte de amor?
-Veo que lo has entendido perfectamente. Sólo matizaría algo: no es por la muerte del amor, es por lo obsceno de este, por lo que ocurre detrás de lo que nosotros estamos viendo, por deber de imaginarnos lo que no observamos. Tenemos un miedo terrible a abandonarnos a alguien porque no podremos controlarle y detestamos sentirnos débiles porque lo obsceno siempre estará ahí, acechando, quizá no sea malo, pero es la incertidumbre de su verdadera naturaleza lo que nos perturba. Tenemos miedo a lo que no vemos y que sea lo que desconocemos lo que provoque que nos hagan daño.
-¿Encuentras alguna solución para vencer ese miedo?
-Ya la han encontrado otros. El teatro moderno, a diferencia del griego, no usa máscaras: ese es el quid de la cuestión. La solución es afrontar lo obsceno con valentía, sin usar máscaras y siendo nosotros mismos frente al otro actor, esperando que él haga lo mismo que nosotros.
-Eso es muy difícil.
-Todas las grandes hazañas lo han sido.
